La geopolítica en la elección papal: un factor silencioso pero presente

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A pesar de su profunda perspicacia teológica, Joseph Ratzinger, el futuro Papa Benedicto XVI, era un hombre de respuestas prácticas. En 1991, cuando un periodista bávaro le preguntó si el Espíritu Santo elegía al Papa, el entonces cardenal Ratzinger ofreció una reflexión realista:

“Yo diría que el Espíritu no toma exactamente el control del asunto, sino que, como un buen educador, por así decirlo, nos deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos del todo. Así pues, el papel del Espíritu debe entenderse en un sentido mucho más amplio, no como si fuera él quien dicta el candidato por el que hay que votar. Probablemente la única garantía que ofrece es que la cosa no puede arruinarse totalmente”.

Esta respuesta, que combina fe y pragmatismo, refleja una verdad fundamental sobre los cónclaves: aunque el Espíritu Santo guía el proceso, los cardenales deben sopesar múltiples factores, incluidos aquellos de índole geopolítica, para elegir al próximo obispo de Roma.

La geopolítica en la historia papal

La influencia de la política en la elección papal no es nueva. En los primeros siglos de la Iglesia, era común que las autoridades imperiales determinaran quién ocuparía el trono de San Pedro. Por ejemplo, el emperador Constantino nombró a Julio I en el año 337, y siglos más tarde, monarcas católicos ejercían el jus exclusivae para vetar candidatos no deseados.

La institución del cónclave en 1276 buscó agilizar el proceso y reducir la interferencia política. Sin embargo, la geopolítica nunca desapareció por completo. En el siglo XX, la elección de Karol Wojtyla en 1978, el primer Papa no italiano en más de 450 años, fue un claro ejemplo de cómo las circunstancias globales influyen en la decisión de los cardenales.

Wojtyla, arzobispo de Cracovia, era un candidato fuerte por su talento y liderazgo, pero su elección también envió un mensaje al mundo: un Papa polaco en plena Guerra Fría era un símbolo de esperanza para los cristianos que sufrían bajo regímenes autoritarios en el Bloque del Este. Como señaló el propio Juan Pablo II en su primera aparición desde el balcón de San Pedro, venía “de un país lejano”, pero estaba “siempre cerca en la comunión de la fe y la tradición cristiana”.

Benedicto XVI y el peso de la historia

La elección de Joseph Ratzinger en 2005 también estuvo marcada por consideraciones geopolíticas. Aunque había pasado décadas en la Curia romana, su origen alemán no pasó desapercibido. En un momento en que Europa enfrentaba una crisis de identidad cultural y religiosa, Ratzinger era visto como la persona idónea para abordar estos desafíos.


Su elección no estuvo exenta de polémica, especialmente por su breve afiliación a las Juventudes Hitlerianas durante su juventud, algo que la prensa no dudó en recordar. Sin embargo, los cardenales que votaron por él sabían que nadie entendía mejor la crisis cultural europea que el ex arzobispo de Múnich y Freising. Sus discursos en Ratisbona, París y Londres confirmaron esta percepción.

El Papa Francisco y las periferias

En 2013, la elección de Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, marcó otro hito geopolítico. Proveniente de Argentina, Bergoglio representaba a una región que alberga al 40% de los católicos del mundo. Su enfoque en las “periferias” —tanto geográficas como existenciales— resonó profundamente en un momento en que la Iglesia buscaba renovar su misión evangelizadora.

Aunque la geopolítica no fue el factor principal en su elección, sin duda influyó en la decisión de los cardenales. Bergoglio no solo traía consigo una perspectiva fresca, sino que también simbolizaba la creciente importancia de América Latina en la vida de la Iglesia.

La Santa Sede y su papel en el mundo

Más allá de las consideraciones espirituales, los cardenales también deben tener en cuenta que el Papa es el jefe de un Estado soberano: la Santa Sede. Como entidad jurídica reconocida en el derecho internacional, la Santa Sede participa activamente en relaciones bilaterales y multilaterales, acreditando y recibiendo representantes diplomáticos y ratificando tratados.

Este estatus único otorga al Papa una influencia significativa en los asuntos globales, algo que los cardenales electores no pasan por alto. Aunque pocos lo admiten abiertamente, la geopolítica sigue siendo un factor relevante en los cónclaves, aunque nunca el principal.

Conclusión: el Espíritu Santo y las circunstancias históricas

Como recordó el cardenal Ratzinger, el Espíritu Santo no dicta el nombre del próximo Papa, pero garantiza que el proceso no se arruine por completo. En este contexto, la geopolítica es uno de los muchos factores que los cardenales consideran al elegir al sucesor de Pedro.

La historia muestra que las circunstancias globales han influido en la elección de papas como Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Sin embargo, la misión espiritual del pontífice asegura que la geopolítica nunca será el criterio definitivo. Como dijo Ratzinger, el Espíritu Santo trabaja con la libertad humana, incluso cuando esta se expresa a través de decisiones influenciadas por el contexto histórico.

En última instancia, la elección papal es un recordatorio de que la Iglesia, aunque arraigada en la fe, no está ajena a los desafíos y oportunidades del mundo en el que vive.

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