San Pablo Naufraga en Malta y Lleva la Fe a la Isla
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Cada 10 de febrero, la Iglesia celebra la festividad del naufragio de San Pablo en Malta, un evento que, aunque sin una fecha exacta en la historia, tuvo un impacto profundo en la evangelización de esta isla del Mediterráneo.
El Viaje a Roma y el Naufragio
Corría el año 60 cuando Pablo de Tarso, prisionero y conducido a Roma para ser juzgado, emprendió su viaje en barco junto a otros cautivos y soldados romanos. En medio de la travesía, una violenta tormenta los arrastró hasta la costa de Malta, donde la nave encalló y se hizo pedazos. Todos los tripulantes lograron llegar a tierra, cumpliéndose así la promesa divina que Pablo había recibido: nadie perecería en el naufragio (cf. Hch 27, 22-25).
La Estancia en Malta y la Conversión de Publio
Los habitantes de Malta acogieron a los náufragos con gran hospitalidad. Según relata el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 28, 1-10), mientras San Pablo recogía leña para el fuego, una serpiente venenosa se le prendió en la mano. Los nativos, creyendo que era un castigo divino, esperaban que muriera. Sin embargo, cuando vieron que no sufría daño alguno, lo consideraron un enviado de Dios.
Durante su estancia de tres meses en la isla, San Pablo fue recibido por Publio, el gobernador romano de Malta, cuyo padre estaba enfermo. El Apóstol oró por él y lo sanó, lo que llevó a la conversión de Publio y de muchos habitantes de la isla. Se considera a Publio el primer obispo de Malta y su primer santo cristiano.
El Legado de San Pablo en Malta
Después de tres meses, San Pablo y sus compañeros lograron continuar su viaje hacia Roma. Sin embargo, la semilla de la fe ya había sido sembrada en Malta, convirtiéndose en una de las primeras tierras cristianizadas de Europa. A día de hoy, la isla venera con gran devoción a San Pablo y conmemora su naufragio cada 10 de febrero con celebraciones litúrgicas y procesiones.
Este episodio de la vida de San Pablo nos recuerda cómo la providencia de Dios actúa incluso en medio de la adversidad, transformando los obstáculos en oportunidades para la evangelización. Su testimonio sigue siendo un llamado a confiar en la voluntad divina y a anunciar el Evangelio en todo lugar y circunstancia.
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