El Papa Francisco en la Cumbre Mundial sobre los Derechos de los Niños
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En presencia de la reina Rania de Jordania y destacados líderes internacionales como Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional; Ahmed Naser Al-Raisi, presidente de Interpol; y Al Gore, exvicepresidente de Estados Unidos, el Papa Francisco participó en la Cumbre Mundial sobre los Derechos de los Niños, celebrada en el Vaticano el 3 de febrero. Durante el evento, el Pontífice anunció su intención de redactar una Carta o Exhortación dedicada a los niños, con el objetivo de reforzar el compromiso de la Iglesia con su protección y bienestar.
Discurso del Papa Francisco
Majestad, queridos hermanos y hermanas
Les doy la bienvenida a este Encuentro Mundial sobre los Derechos del Niño, titulado «Amémoslos y protejámoslos». Agradezco su presencia y confío en que, uniendo sus experiencias y conocimientos, podamos abrir nuevos caminos para defender a los niños cuyos derechos son violados diariamente.
Hoy, millones de niños enfrentan pobreza, guerras, falta de educación, injusticias y explotación. Incluso en los países más ricos, muchos menores sufren en las periferias sociales, víctimas de fragilidades que no podemos ignorar. Las escuelas y los sistemas de salud deben lidiar con jóvenes ansiosos, deprimidos o agresivos, reflejo de un mundo que a menudo olvida su vulnerabilidad.
La infancia y la vejez se han convertido en «periferias» de la existencia en una cultura que prioriza la eficiencia sobre la dignidad humana. Los jóvenes, símbolos de esperanza, luchan por encontrar un futuro prometedor. Cuando el porvenir se vuelve incierto, el presente se vive con melancolía y desesperanza.
Es inaceptable que, en pleno siglo XXI, los niños sigan muriendo bajo las bombas, víctimas de ideologías y conflictos. Matar a un niño es negarle el futuro. En algunos casos, los menores son obligados a combatir bajo los efectos de las drogas, mientras que en otros países, la violencia entre bandas los deja huérfanos y marginados.
El individualismo exacerbado en las naciones desarrolladas también perjudica a los niños. Muchos son maltratados o descuidados por quienes deberían protegerlos, convirtiéndose en víctimas de conflictos familiares, adicciones y problemas mentales. Además, miles mueren como migrantes en el mar o el desierto, o sucumben a la falta de cuidados y la explotación.
No podemos acostumbrarnos a estas realidades. La infancia negada es un grito silencioso que denuncia las injusticias del sistema económico, las guerras y la falta de acceso a la educación y la salud. Más de cuarenta millones de niños están desplazados por conflictos, y alrededor de cien millones carecen de un hogar. La esclavitud infantil afecta a unos ciento sesenta millones, mientras que millones más son víctimas de trata, abusos y matrimonios forzados.
Además, muchos niños no son registrados al nacer, lo que los convierte en «invisibles» ante la ley y los expone a abusos y explotación. Esta crisis moral exige una respuesta global y un compromiso firme para proteger a los más vulnerables.
Hoy estamos aquí para rechazar la normalización de estas injusticias. No podemos permitir que la humanidad se insensibilice ante el sufrimiento de los niños. Debemos recuperar la compasión y la misericordia, valores esenciales de nuestro corazón.
Escuchemos a los niños: sus miradas y silencios nos hablan. Ellos observan, comprenden y recuerdan. En sus historias encontramos la fuerza para decir «no» a la guerra, a la cultura del descarte y a la explotación. En nombre de esta lógica destructiva, incluso la vida naciente es sacrificada a través del aborto, una práctica que elimina la esperanza de toda la sociedad.
Gracias por su compromiso. Rezo para que este encuentro contribuya a construir un mundo mejor para los niños y, por tanto, para todos. Que Dios los bendiga.
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