Alejandro de la Concha: "Ha sido una experiencia eclesial muy potente"
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Alejandro de la Concha, recién ordenado diácono permanente en Roma durante el Jubileo de los Diáconos, regresa a Madrid con un profundo sentimiento de acogida y eclesialidad. A sus 60 años, Alejandro fue uno de los dos elegidos de la diócesis de Madrid —junto a Willy Vargas— para recibir este ministerio en una ceremonia celebrada el pasado domingo, 23 de febrero, en la basílica de San Pedro. La ordenación fue presidida por el arzobispo Rino Fisichella, en sustitución del Papa Francisco.
«Me marcaron mucho todos los momentos de la ceremonia», confiesa Alejandro, aún emocionado. Desde la promesa de obediencia al obispo hasta la postración durante las letanías, cada instante fue de una intensidad espiritual abrumadora. «Cuando el arzobispo Fisichella me impuso las manos, sentí como si Dios me dijera: “Aquí estás ya para ser diácono”», relata.
El abrazo de paz con el arzobispo y los demás diáconos, quienes le decían «bienvenido al Orden, bienvenido a la diaconía», le hizo sentir profundamente acogido. «En todo esto he visto a la Iglesia cercana», afirma. Al salir en procesión, los cerca de 4.000 diáconos reunidos en Roma para el Jubileo les aplaudieron, un gesto que Alejandro vivió como un símbolo de comunión y fraternidad.
También sintió el apoyo de la Iglesia diocesana de Madrid. El obispo auxiliar Vicente Martín, presente en Roma, le abrazó antes de la ceremonia. «Esto es lo que me hacía falta —le dijo Alejandro—, el abrazo de mi obispo». Al finalizar, el obispo les compartió un mensaje de cercanía del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, recordándoles que «esto no es una diaconía en solitario, es de la Iglesia universal y de la Iglesia particular en Madrid».
La emoción continuó en la plaza de San Pedro, donde sus compañeros diáconos le pidieron su bendición. «Yo creo que lloré con todos», reconoce Alejandro, quien también compartió abrazos con su esposa, Marisa, sus hijos, su hermano y miembros de su comunidad parroquial de la Epifanía del Señor. «Vaya regalo que nos has hecho, Alejandro», le dijeron durante la comida posterior, a lo que él respondió en su corazón: «El regalo es del Señor».
Al día siguiente, antes de regresar a Madrid, Alejandro celebró su primera Misa como diácono en Santa María in Traspontina, cerca del Vaticano. «¡Mi primera Misa como diácono, en el Vaticano!», exclama con alegría.
«Ha sido una experiencia eclesial muy potente», resume Alejandro, quien vuelve a casa con un profundo sentimiento de gratitud hacia Dios y una petición: «Que nos haga dignos de este ministerio».
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