Este año decreto... Cuidado, no lo hagas.

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Es muy común hoy en día escuchar a personas decir: "Yo decreto prosperidad, o salud, etc". Pero cuidado, esto se aparta muchísimo sobre nuestra Santa Doctrina. En la espiritualidad católica, el acto de "decretar" como se entiende en ciertos movimientos o tradiciones espirituales modernas no forma parte de nuestra fe ni de nuestra oración, porque no refleja la relación que tenemos con Dios. A continuación, te comparto las razones fundamentales:

La soberanía de Dios

En la fe católica, reconocemos que Dios es soberano sobre todo lo creado. Él conoce nuestras necesidades incluso antes de que las expresemos (cf. Mt 6,8). Por tanto, no somos nosotros quienes "decretamos" o mandamos sobre lo que debe suceder, sino que nos sometemos con humildad a Su divina voluntad.

La oración que Cristo nos enseñó – el Padre Nuestro – incluye estas palabras clave: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6,10). 

Es una actitud de confianza filial en Dios, sabiendo que Él siempre desea lo mejor para nosotros.

La diferencia entre pedir y ordenar

Los católicos pedimos con fe, pero no damos órdenes ni proclamamos resultados como si tuviéramos autoridad divina. Nuestros rezos y súplicas son actos de confianza en Dios, como lo vemos en las palabras de Jesús en el Huerto de Getsemaní:

"Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Mt 26,39).

En la vida de los santos, constantemente encontramos este mismo enfoque. Ellos rogaban a Dios con esperanza, pero siempre buscaban conformar sus deseos a los planes de Dios. Ejemplo de esto es Santa Teresita del Niño Jesús, quien solía decir: "No es necesario decirle a Dios nuestras necesidades; Él las conoce. Confía y abandónate a Su amor."

El peligro del ego

"Decretar" conlleva el riesgo de enfocarnos más en nuestra voluntad personal que en la voluntad divina. La espiritualidad católica nos llama a liberarnos del apego a nuestros propios deseos para abrirnos a la gracia transformadora de Dios. San Agustín decía: "Tú nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti."

Esta actitud nos ayuda a mantenernos humildes, reconociendo que no somos dueños de nuestras vidas, sino administradores de los dones que hemos recibido.

El valor del ofrecimiento y la oración de intercesión

En lugar de decretar, los católicos practicamos la oración de ofrecimiento y la intercesión. Ofrecemos nuestras necesidades y preocupaciones a Dios en la Misa, el rosario, o la adoración eucarística, confiando en que Dios actuará según Su amor y sabiduría infinitos.

Santo Tomás de Aquino enseñaba que la oración no es para cambiar la voluntad de Dios, sino para unir nuestra voluntad a la Suya y recibir con paz aquello que Él sabe que necesitamos.

En conclusión

Los católicos no decretamos porque creemos en un Dios vivo, soberano y amoroso, que escucha nuestras súplicas y sabe lo que más necesitamos. Nos acercamos a Él con confianza, oramos con humildad y dejamos en sus manos nuestras vidas, sabiendo que Su plan es perfecto.

Nuestra mayor "proclamación" es la fe en Dios y el amor a Jesucristo. Que Él reine siempre en nuestros corazones y guíe nuestras vidas en la dirección que Él disponga. 

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