¿Levantar las manos a la hora de rezar el padrenuestro en la misa?
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La liturgia está llena de elementos visibles que, aunque a menudo resultan poco comprensibles para muchos debido a la falta de investigación, son un misterio en cuanto fuente de vida eterna. Esto es particularmente evidente en la celebración eucarística, donde cada gesto y acción no son simples adornos, sino partes esenciales de un todo indivisible. Sin embargo, es lamentable que para una gran mayoría estos elementos se reduzcan a decoraciones o aspectos estéticos, limitándose a admirar la arquitectura, las esculturas o lo "entretenido" que pueda parecer una Misa.
Esto no significa que dichos aspectos no tengan importancia para ayudar al fiel a entrar en el misterio litúrgico, pero no constituyen el núcleo ni lo más relevante de la celebración.
Una Misa solemne, con incienso y procesiones, no tiene un valor sacramental superior a una celebrada de forma más sencilla. Tras el Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia buscó no solo renovar los ritos, sino también profundizar en su comprensión teológica y en el sentido de las acciones litúrgicas, especialmente en los sacramentos.
En este contexto, la Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium se presenta como una guía invaluable para redescubrir la riqueza de nuestra celebración en torno al altar. Recomiendo encarecidamente leer este documento.
Esta constitución no es un manual litúrgico, sino una invitación a la renovación y actualización de la celebración del misterio salvífico ofrecido por Cristo. En cuanto a la Santa Misa, el texto nos llama a revalorizar su contenido teológico revelado, estableciendo directrices fundamentales que se destacan desde su introducción:
“Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia” (SC 1).
La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pero es su fuente y culmen, ya que alimenta la fe y nos invita a una respuesta existencial a la revelación divina, orientándonos hacia el camino de la conversión.
En la Santa Misa, cada gesto corporal tiene un significado profundo y nos ayuda a participar plenamente en la liturgia. La postura de levantar las manos y la de agachar la cabeza no son arbitrarias, sino expresiones de oración, humildad y comunión con Dios. A continuación, te explico cuándo y por qué realizamos estos gestos:
Levantar las manos
1. Oraciones como el Padrenuestro (en algunos lugares):
En ciertas comunidades, los fieles levantan las manos durante el Padrenuestro, imitando la postura del sacerdote, como signo de apertura y súplica a Dios. Esto es opcional para los laicos y depende de la costumbre local. En muchos lugares, los fieles simplemente juntan las manos en oración.
2. Al cantar alabanzas o respuestas (opcional): En momentos de alabanza o cantos litúrgicos, algunos pueden levantar las manos en un gesto de entrega y adoración. Esto, aunque no es prescrito en el Misal Romano, puede ser un gesto espontáneo de devoción personal.
Agachar la cabeza
1. Al escuchar el nombre de Jesús, de la Virgen María o del santo del día:
Inclinar la cabeza es un gesto de reverencia y respeto. Esto está prescrito en las normas litúrgicas como una expresión de devoción al Señor y a aquellos que lo representan.
2. Durante el Credo, al mencionar la Encarnación:
En el Credo, cuando decimos: *"y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre"*, inclinamos la cabeza para venerar el misterio de la Encarnación de nuestro Señor.
3. Antes de recibir la Comunión:
Justo antes de recibir la Sagrada Eucaristía, se hace una inclinación de la cabeza como acto de fe en la presencia real de Cristo en el Pan y el Vino.
4. Al recibir la bendición:
Al final de la Misa, inclinamos la cabeza al recibir la bendición final del sacerdote, reconociendo que es Cristo quien nos bendice a través de él.
Significado espiritual
Levantar las manos expresa nuestra súplica, entrega y alabanza a Dios, mientras que agachar la cabeza manifiesta humildad, reverencia y adoración. Cada gesto nos recuerda que la Misa es una participación activa del Cielo en la tierra, donde nuestro cuerpo y alma se unen para adorar al Señor.
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