Cuarto Domingo de Adviento - 22 de diciembre 2024

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Vela: Morada

El morado del cuarto domingo simboliza la paz. Reflexionamos sobre el "Príncipe de la Paz" y nos preparamos para recibir a Jesús en nuestro corazón.

Iniciamos

Guía: Señor Dios, bendice con tu poder nuestra corona de adviento para que, al encenderla, despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo practicando las buenas obras, y para que así, cuando Él llegue, seamos admitidos al Reino de los Cielos. 

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén.

La bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre esta Corona y sobre todos los que con ella queremos preparar la venida de Jesús.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

Ruega por nosotros para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Amén.
Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.

Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable.

Amén.


Liturgia de la Palabra

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas 5, 1-4a
Así dice el Señor: «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.»


Salmo

Salmo responsorial Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19 (R.: 4)
R. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre. R

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 5-10

Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.


Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: —«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»


Reflexion

María, tras recibir el anuncio del ángel, se pone en camino hacia la región montañosa para visitar a Isabel. Al entrar en su casa, Isabel, llena del Espíritu Santo, la saluda diciendo: "¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?" El niño en el vientre de Isabel salta de alegría al escuchar el saludo de María. Isabel proclama bienaventurada a María por su fe y por haber creído en la promesa del Señor.

María, ejemplo de servicio: María, recién habiendo recibido el anuncio del ángel, no se queda en la comodidad de su hogar, sino que se pone en camino para servir a su prima Isabel, quien también estaba en un estado especial por su embarazo. Este gesto nos enseña que la verdadera fe nos lleva al servicio. ¿Cómo estamos respondiendo al llamado de Dios sirviendo a los demás, especialmente a quienes más nos necesitan?

La alegría de reconocer al Salvador: El niño en el vientre de Isabel salta de gozo al sentir la presencia de Jesús. Este detalle nos muestra que incluso antes de nacer, Juan el Bautista reconoce al Mesías. En nuestra vida, ¿somos capaces de reconocer la presencia de Cristo en los pequeños detalles, en las personas que encontramos o en los momentos de silencio y oración?

La humildad de Isabel: Isabel, llena del Espíritu Santo, se maravilla de la visita de María y la llama "madre de mi Señor". Esta expresión de humildad nos invita a reconocer con gratitud la obra de Dios en nuestras vidas y a honrar a quienes son instrumentos de Su gracia.

La bienaventuranza de la fe: Isabel proclama bienaventurada a María por haber creído en la promesa del Señor. Esto nos recuerda que la fe confiada en las promesas de Dios trae bendiciones. María es modelo de fe: ella escuchó, creyó y se puso en camino. En nuestra vida, ¿estamos dispuestos a confiar plenamente en las promesas de Dios, incluso cuando no entendemos todo?


Mientras está la luz encendida, el guía realiza una pregunta a los participantes para que puedan meditarla y compartir con sus propias palabras:

¿Cómo puedo ser como María, llevando a Jesús a los demás con mi testimonio de vida?
¿Cómo puedo ser como Isabel, reconociendo la obra de Dios en mi vida y en la de quienes me rodean?

Al concluir todas, procedemos a decir:


Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvos. Amén.

POSTERIOR

Se puede ofrecer una breve, humilde pero especial refacción, acompañada con música de la época. Compartimos una hermosa selección para la época en Spotify.




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