Soy Carlos Borromeo, nacido en 1538 en la noble familia Borromeo

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Fui cardenal y arzobispo de Milán, pero, por encima de cualquier título, fui un servidor ferviente de Cristo y de Su Iglesia. Mi vida estuvo dedicada a la reforma católica tras el Concilio de Trento, luchando por devolver la santidad y la disciplina al clero y al pueblo fiel.

Me entregué al ministerio pastoral con todo mi ser, visitando personalmente parroquias y cuidando de los necesitados. En tiempos de peste, arriesgué mi vida por ayudar a los enfermos, organizando ayudas y ofreciendo los sacramentos sin temor.

Uno de mis mayores legados fue la formación de seminarios para educar a sacerdotes, asegurando que estuvieran bien preparados para guiar a las almas con verdadera sabiduría y santidad. Practiqué la pobreza, la oración constante y la penitencia, viendo en cada alma una oportunidad de servir a Cristo mismo.

Partí de este mundo en 1584, siendo recordado no solo como un reformador estricto, sino también como un pastor lleno de compasión. Fui canonizado en 1610 por el papa Paulo V.


Cambio de vida

Los ejercicios espirituales de san Ignacio jugaron también un papel muy importante en aquel cambio de vida. Antes de su ordenación sacerdotal se retiró a la casa profesa de los jesuitas para hacer los Ejercicios bajo la dirección de Juan Bautista Ribera, de la Compañía de Jesús, con quien por razón de su cargo de procurador general de la Orden había tenido que tratar muchos asuntos de la misma. En adelante Ribera fue su director espiritual. El cambio obrado en su espíritu comenzó pronto a manifestarse al exterior. 

Renunció a sus diversiones preferidas y fue tal la austeridad de su comportamiento personal que disgustaba a su mismo tío, que llegó a prohibir a los jesuitas Ribera y Laínez pisar en adelante el palacio del cardenal. A pesar de ello, Carlos no mitigó sus rigores, por el contrario, con su ejemplo de vida fue arrastrando a otros, e incluso a su mismo tío. El embajador veneciano P. Soranzo decía de él que hacía más bien en la corte de Roma que todos los decretos tridentinos juntos.