El Evangelio de Marcos 12,38-44 es una poderosa enseñanza sobre la humildad, el sacrificio y la verdadera generosidad, y nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos nuestra fe en la cotidianidad.
Este pasaje presenta dos escenas contrastantes: la actitud de los escribas y la ofrenda de la viuda. Jesús, al observar a los escribas y su comportamiento, y luego al ver la acción de la viuda, nos da una lección profunda sobre lo que significa realmente dar con el corazón.
1. Los escribas y su amor por los primeros puestos (San Marcos 12,38-40)
Jesús comienza advirtiendo a las multitudes sobre la actitud de los escribas, que buscaban el reconocimiento público y los lugares de honor. Estos hombres se preocupaban más por la apariencia externa que por la sinceridad de su corazón. Jesús denuncia su hipocresía, pues mientras se vestían con ropas ostentosas y se sentaban en lugares prominentes, en realidad devoraban las casas de las viudas, personas vulnerables, y hacían largas oraciones para ser vistos por los demás.
Reflexión:
¿Cómo se refleja esto en nuestra propia vida? A menudo podemos caer en la trampa de buscar el reconocimiento por nuestras obras, oraciones o sacrificios, cuando lo que realmente importa ante Dios es la pureza de nuestro corazón. El Señor no se fija en las apariencias, sino en las intenciones de nuestro interior. ¿Buscamos la aprobación de los hombres o la de Dios?
2. La viuda pobre y su ofrenda (San Marcos 12,41-44)
Después de esta advertencia, Jesús observa a una viuda pobre que se acerca al tesoro del templo y pone dos pequeñas monedas, todo lo que tenía para vivir. Jesús elogia su generosidad, diciendo que ella ha dado más que todos los ricos que ponen grandes sumas de dinero. Aunque su ofrenda es materialmente pequeña, es en realidad la mayor, porque ella dio todo lo que tenía, sin reservas, confiando en Dios por completo.
Reflexión:
La viuda nos enseña que la verdadera generosidad no se mide por la cantidad, sino por el sacrificio. Mientras los ricos daban de lo que les sobraba, ella dio todo lo que tenía. Esto nos invita a preguntarnos: ¿Cuánto estamos dispuestos a ofrecer a Dios? No solo en términos de dinero o bienes materiales, sino en tiempo, en servicio, en amor. ¿Estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos, sin buscar recompensa, como hizo la viuda?
El sacrificio que Dios valora no es siempre el más grande o el más visible, sino el que viene de un corazón sincero. Esto también se aplica a nuestras oraciones, nuestras buenas obras, nuestra vida cotidiana. Dios valora más una acción hecha con amor y humildad que mil actos grandiosos realizados con egoísmo o para ser vistos.
3. El llamado a la generosidad total
Este pasaje nos recuerda que, al igual que la viuda, estamos llamados a darlo todo por amor a Dios, confiando en que Él proveerá lo que necesitamos. La viuda no solo dio de sus bienes materiales, sino que nos ofrece un modelo de entrega total, de abandono en manos de Dios, de confianza en su providencia.
Jesús nos invita a vivir la generosidad de manera radical, sin miedo a perder lo que tenemos, porque lo que damos con amor no se pierde; al contrario, nos llena de gracia y nos acerca más a Él.
Reflexión final:
En este pasaje, podemos preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a dar todo lo que tenemos, no solo materialmente, sino también en nuestra vida espiritual? ¿Estamos dispuestos a confiar en Dios completamente, sabiendo que lo que damos con corazón puro no se pierde, sino que es sembrado en el reino de Dios?
Es un llamado a la conversión, a ser más humildes, a no buscar la aprobación del mundo, y a darnos generosamente, como lo hizo la viuda. Que este Evangelio nos inspire a dar con el corazón, a buscar a Dios en lo sencillo y a ser generosos, no solo con lo que nos sobra, sino con todo lo que somos.
Oremos para que, en todo lo que hacemos, podamos ser reflejo de la generosidad y el sacrificio de Cristo, quien, al dar su vida por nosotros, nos mostró el camino verdadero hacia el Reino de Dios.
Que el Señor te bendiga y te conceda la gracia de vivir con generosidad, humildad y amor.