¿Por qué Jesús dijo “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” ¿Su Padre lo abandonó cuando Él estaba en la cruz?
La exclamación de Jesús en la cruz, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (San Mateo 27, 46) es una cita del Salmo 22,1, que comienza con palabras de angustia pero culmina en esperanza y victoria. Para entender este momento, es importante considerar el contexto y el significado teológico de sus palabras.
1. Citando el Salmo 22:
Jesús, al decir estas palabras, está invocando el Salmo 22, que comienza con un grito de desolación pero termina proclamando la confianza en Dios y la vindicación del justo sufriente.
Al mencionar este salmo, Jesús está mostrando que, aunque experimenta un sufrimiento inmenso, su misión es parte del plan redentor de Dios. Él no estaba simplemente expresando un sentimiento de abandono; estaba cumpliendo las Escrituras y recordando a los presentes (y a nosotros) que este sacrificio es parte del camino de salvación.
2. El sentido de abandono y el pecado:
Jesús experimentó un profundo sentido de soledad y desolación en la cruz porque estaba cargando con los pecados de toda la humanidad. En ese momento, el pecado, que es lo opuesto a la naturaleza de Dios, hizo que Jesús sintiera la separación que el pecado provoca entre el ser humano y Dios. Esta experiencia era necesaria para que Él asumiera plenamente el castigo que correspondía al pecado del mundo.
3. ¿Realmente lo abandonó el Padre?
No, el Padre no abandonó a Jesús en el sentido literal de la palabra. La Santísima Trinidad, que es la unión perfecta entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no se rompe. Sin embargo, Jesús, en su humanidad, experimentó ese sentimiento de abandono que resulta del peso del pecado. Fue una prueba de su plena humanidad: Él asumió todas las consecuencias del pecado, incluido ese sentido de separación de Dios, aunque Dios nunca dejó de amarlo ni de estar presente.
4. El propósito redentor:
Jesús sufrió esa angustia para mostrar la profundidad de su sacrificio y su amor por la humanidad. Él experimentó lo que significa estar separado de la presencia de Dios para que nosotros nunca tuviéramos que pasar por esa separación eterna si nos volvemos a Él. Su sufrimiento y muerte en la cruz fueron necesarios para abrir el camino a la reconciliación y la salvación.
5. La victoria final:
Aunque las palabras iniciales del Salmo 22 expresan dolor, el salmo continúa describiendo cómo Dios escucha al que sufre y lo libera. Del mismo modo, la muerte de Jesús en la cruz no es el final; su resurrección es la victoria que confirma que Dios no lo abandonó, sino que lo glorificó, venciendo al pecado y la muerte.
En resumen, cuando Jesús dijo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, estaba expresando el dolor y la angustia real que sentía al llevar el pecado del mundo, pero al mismo tiempo, estaba anunciando el cumplimiento de la Escritura y asegurando que, a pesar de la aparente derrota, la victoria de Dios prevalecería. Esto nos recuerda que en los momentos más oscuros, Dios sigue presente, y su plan redentor se cumple incluso en el sufrimiento.