Orden de los Carmelitas Descalzos entregan dos templos
Por medio de un comunicado, el Arzobispado de Santiago de Guatemala confirmó este 12 de noviembre que la orden de los Carmelitas Descalzos entrega dos templos.
Según explicaron, ellos han expresado la falta religiosos y sacerdotes que puedan atender la Rectoría de Santa Teresa y la Parroquia Nuestra Señora del Carmen (el Carmelo), explicó el Arzobispado. La disminución de las vocaciones es un problema que está enfrentando America Latina, Europa y Asi, tal como les compartimos en esta publicación hace algunos días.
"Siendo la responsabilidad y propiedad del Arzobispado de Santiago de Guatemala los templos parroquiales, rectorías y capillas, atendiendo al Código de Derecho Canónico", explica el escrito.
También, que el señor Arzobispo, en el tiempo que considere, como Padre y Pastor de esa Arquidiócesis, deberá proveer el cuidado pastoral de los fieles.
Carmelitas en Guatemala.
La presencia de los Carmelitas en Guatemala se remonta a los primeros tiempos de la colonización española, cuando los misioneros comenzaron a llegar al continente americano para evangelizar las tierras del Nuevo Mundo. La Orden de los Carmelitas Descalzos se estableció en Guatemala en el siglo XVII, hacia el año 1620, bajo el auspicio de la Corona española y con el apoyo de autoridades locales y religiosas. La llegada de los Carmelitas fue parte de una misión extendida en América Central, donde buscaban llevar el mensaje del Evangelio a las almas que necesitaban consuelo, educación y guía espiritual.
En la ciudad de Santiago de Guatemala (ahora Antigua Guatemala), los Carmelitas se dedicaron a la construcción de conventos, iglesias y a la creación de espacios de recogimiento y oración. Uno de los hitos más destacados fue la edificación del Convento e Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, que es un lugar significativo en la historia religiosa del país. Lamentablemente, este convento fue destruido por los terremotos que afectaron la región, especialmente el devastador terremoto de Santa Marta en 1773, que causó grandes daños en muchas estructuras religiosas de Antigua Guatemala. Sin embargo, las ruinas del convento se conservan hasta hoy y son un recordatorio de la profunda espiritualidad de los carmelitas en la región.
A pesar de los desafíos materiales y las adversidades naturales, la obra espiritual de los Carmelitas en Guatemala continuó creciendo y prosperando. Con el tiempo, a lo largo de los siglos XIX y XX, la Orden se reestableció en distintas localidades, siempre guiada por la espiritualidad de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Los Carmelitas Descalzos han contribuido a la vida espiritual del país a través de la predicación, el ministerio de los sacramentos y el fomento de la oración contemplativa, así como de una vida de profunda devoción y sencillez. Además, han fundado comunidades, formaron sacerdotes y religiosos que servirían fielmente a las comunidades guatemaltecas en el amor de Cristo y en la devoción a la Virgen María, Nuestra Señora del Carmen.
Hoy en día, los Carmelitas en Guatemala siguen presentes, promoviendo el espíritu de oración y la búsqueda de Dios en el silencio y la contemplación, tal como lo enseñaron nuestros fundadores. Esta herencia espiritual y cultural continúa siendo un testimonio de la fe viva que hemos compartido durante siglos.
Fundación.
La Orden Carmelita tiene sus raíces en el siglo XII, cuando un grupo de ermitaños se estableció en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, hoy en Israel. Estos primeros carmelitas deseaban seguir el ejemplo del profeta Elías, quien en las Escrituras es recordado por su vida de oración y retiro en el Monte Carmelo, en una profunda comunión con Dios. Inspirados por su vida, estos ermitaños adoptaron una forma de vida contemplativa, dedicándose a la oración, la penitencia y la soledad.
La Orden Carmelita tiene sus raíces en el siglo XII, cuando un grupo de ermitaños se estableció en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, hoy en Israel. Estos primeros carmelitas deseaban seguir el ejemplo del profeta Elías, quien en las Escrituras es recordado por su vida de oración y retiro en el Monte Carmelo, en una profunda comunión con Dios. Inspirados por su vida, estos ermitaños adoptaron una forma de vida contemplativa, dedicándose a la oración, la penitencia y la soledad.
Alrededor del año 1209, estos ermitaños recibieron una regla de vida del patriarca de Jerusalén, San Alberto de Jerusalén, quien redactó para ellos una sencilla regla monástica que estipulaba la vida de oración y trabajo en comunidad, pero conservando el espíritu de silencio y recogimiento. Esta regla fue esencial para dar identidad y estructura a la naciente comunidad, que comenzó a llamarse la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, o simplemente, los carmelitas.
Sin embargo, a principios del siglo XIII, las invasiones musulmanas y la difícil situación en Tierra Santa obligaron a estos primeros carmelitas a abandonar el Monte Carmelo. Se trasladaron a Europa, estableciéndose en diversos lugares como Francia, Inglaterra, y posteriormente en el resto del continente. En su adaptación a la vida en Europa, los carmelitas adoptaron una forma de vida más apostólica, involucrándose en la predicación y el servicio a la comunidad, aunque siempre conservando su esencia contemplativa y de devoción a la Virgen María.
En el siglo XVI, la orden experimentó una profunda renovación gracias a los santos españoles Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, quienes fundaron la rama de los Carmelitas Descalzos, regresando a la primitiva observancia de oración, penitencia y vida sencilla. Santa Teresa y San Juan, inspirados por el deseo de una mayor fidelidad a la regla original, dieron inicio a lo que hoy se conoce como la reforma carmelita. Este movimiento buscó retomar el espíritu de los primeros carmelitas en el Monte Carmelo, enfocados en la oración contemplativa y en una vida austera. Desde entonces, la orden se dividió en dos ramas: los Carmelitas de la Antigua Observancia (o Carmelitas Calzados) y los Carmelitas Descalzos, ambos con el mismo carisma y devoción a María, pero con diferencias en sus prácticas y organización.
La devoción mariana, en especial bajo el título de Nuestra Señora del Carmen, ha sido un pilar fundamental en la espiritualidad carmelita desde sus inicios. Los carmelitas honran a la Virgen María como su madre y patrona, y el Escapulario del Carmen, símbolo de la protección y consagración a María, es una devoción extendida que nació en el seno de la orden.
A través de los siglos, la Orden Carmelita ha florecido en todo el mundo, inspirando a muchas almas en su búsqueda de una vida unida a Dios a través de la oración y el servicio. Esta historia de humildad, perseverancia y devoción ha convertido a los carmelitas en un testimonio de amor y fidelidad a Cristo y a su Madre en todo lugar y tiempo.
Comunicado del Arzobispado.
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