¿Sanación intergeneracional? ¿Pecado intergeneracional?
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Una tradición en cuestión
La nota subraya que la sanación intergeneracional, a pesar de su creciente popularidad entre algunos fieles, carece de fundamento en la doctrina católica. Vincula la práctica a una creencia controvertida de que los pecados o las cargas espirituales pueden heredarse a través de líneas ancestrales, causando dolencias físicas, psicológicas o espirituales.
Los defensores a menudo proponen que tales «maldiciones» pueden romperse mediante oraciones específicas, celebraciones eucarísticas o exorcismos centrados en los antepasados. Sin embargo, los obispos sostienen que estas afirmaciones contradicen las enseñanzas católicas fundamentales sobre el pecado, la gracia y los sacramentos.
Preocupaciones teológicas y riesgos pastorales
Esta práctica, arraigada en los escritos de figuras como Kenneth McAll y popularizada dentro de círculos carismáticos, ha sido considerada incompatible con la tradición de la Iglesia. Los obispos destacan varios errores teológicos, entre ellos:
- Pecado y responsabilidad: La comprensión católica es clara: el pecado es personal y no puede transferirse de generación en generación, aparte del estado heredado del pecado original, que el bautismo absuelve por completo.
- Teología sacramental distorsionada: Los defensores a menudo hacen un mal uso de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, para fines que están fuera de su marco litúrgico y teológico previsto.
- Socavar la libertad individual: Atribuir las aflicciones actuales al pecado ancestral corre el riesgo de negar la responsabilidad personal y reducir cuestiones psicológicas y espirituales complejas a vínculos causales simplistas.
Un contexto eclesial más amplio
Los obispos españoles no están solos en su crítica. Las conferencias episcopales de Francia, Polonia y Corea del Sur han emitido advertencias similares, cada una advirtiendo contra los peligros teológicos y psicológicos de tales prácticas. Estas intervenciones enfatizan universalmente que la salvación y la sanación son dones otorgados libremente por Dios a través del sacrificio redentor de Cristo, no supeditados a la solución de faltas ancestrales.
Un llamado a la claridad
La nota de los obispos españoles tiene como objetivo proporcionar claridad y orientación tanto para el clero como para los laicos, instándolos a evitar prácticas que, aunque bien intencionadas, pueden conducir a la confusión y al daño espiritual. En cambio, llama a los fieles a confiar en la enseñanza auténtica de la Iglesia sobre los sacramentos y a buscar la sanación dentro del contexto de la atención pastoral establecida.
En el fondo, el documento reafirma la visión católica de la misericordia y la justicia de Dios: “Nadie cargará con la culpa del pecado de otro”, afirma, citando la Escritura, “porque el que peca, ese morirá” (Ezequiel 18,20). Los obispos concluyen con una invitación a profundizar la fe en el poder transformador de Cristo, cuya gracia se “derrama en abundancia” para cada generación.
Esta postura decisiva señala un compromiso renovado de la Iglesia española de defender la pureza doctrinal al tiempo que atiende las necesidades espirituales de los fieles con compasión y sabiduría.
Formación
El pecado no puede ser heredado. El pecado es un acto personal, y cada individuo es responsable de sus propias acciones y decisiones. Esto está en completa armonía con las enseñanzas de la Iglesia y las Escrituras. Sin embargo, es importante distinguir entre el pecado como acto personal y las consecuencias de los pecados, que pueden afectar a otros, incluidas las generaciones futuras.
La Iglesia enseña que el pecado no es algo que se transfiera de una persona a otra como una "herencia". Esto está claro en varios pasajes de la Biblia, como:
Ezequiel 18, 20:
"El alma que peque, esa morirá. El hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre cargará con la culpa del hijo. Al justo le será acreditada su justicia, y al malvado, su maldad."
Este texto subraya que cada persona será juzgada por sus propias acciones y no por las de sus antepasados.
El pecado original
La única excepción a esta regla es el pecado original, que no es un acto personal sino una condición heredada desde nuestros primeros padres, Adán y Eva. Esta condición afecta a todos los seres humanos porque perdimos la gracia original, pero no es un pecado que hayamos cometido personalmente. El pecado original se borra en el Bautismo, que nos devuelve la gracia y nos hace hijos de Dios.
Cuidado con las oraciones de sanación intergeneracional en Comunidades y Apostolados
Con la ola carismatica se ha vuelto una practica comun en retiros y asambleas que se realice una oración para pedir perdón y liberarse del pecado intergeneracional. Esta no es una practica católica.
Si los pecados fueran heredados, Jesús, mesías, rey y redentor no hubiera podido nacer sin pecado original. Entre los antepasados de Jesús se encuentra Rahab, quien, según el relato bíblico, fue una prostituta en la ciudad de Jericó (Josué 2, 1-21; San Mateo 1, 5). Su inclusión en la genealogía del Salvador es un testimonio poderoso de la misericordia y el plan de redención de Dios, que no excluye a nadie y transforma lo que el mundo desprecia en algo valioso y digno de Su obra.
Todos poseemos una nueva vida
La inclusión de Rahab en la genealogía de Jesús es un recordatorio de que Dios puede escribir una historia nueva y maravillosa con cualquier vida. El Salvador mismo proviene de una línea que refleja la redención y la gracia de Dios, mostrándonos que nadie está excluido de su amor.
Así, Rahab no es solo una antepasada de Jesús; es también un símbolo de la fe que transforma y de la esperanza que nunca falla. ¿Acaso no es este un llamado para que confiemos plenamente en la misericordia infinita del Señor?
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