La Iglesia Católica en crisis ¿Por qué cada día hay menos católicos en Guatemala?

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El Papa Benedicto XVI habló con profundidad y discernimiento sobre la situación de la Iglesia y el desafío que representa nuestra época. En sus palabras, veía una purificación en el cuerpo de Cristo: la Iglesia enfrentaría un camino de reducción y de simplificación, en el que quizás el número de fieles disminuiría, pero con la finalidad de fortalecer la autenticidad y la profundidad de la fe de los que permanecieran.

Él vislumbraba una Iglesia más pequeña, más humilde, pero también más ferviente y cercana a las primeras comunidades cristianas. Aquellas comunidades de los primeros siglos eran pequeñas, pero sus miembros estaban profundamente unidos y comprometidos. 

Sus vidas estaban tan impregnadas del Evangelio que, aunque eran una minoría, irradiaban una luz tan fuerte que incluso en tiempos de persecución lograban atraer a muchos al amor de Cristo. En este sentido, Benedicto XVI hablaba de una Iglesia renovada en su espíritu, una Iglesia que pone a Cristo en el centro de todo y que vive con radicalidad el amor y la fidelidad al Evangelio.


Esta "Iglesia pequeña" que describía el Papa no es un fracaso ni una derrota, sino una oportunidad de retornar a la esencia misma del cristianismo: ser auténticos discípulos de Jesús, como en los tiempos de los Apóstoles. Es una llamada a ser santos, a vivir la fe con valentía, con caridad, y con una esperanza profunda. En las pruebas y purificaciones, Dios actúa para separar lo esencial de lo superficial, lo eterno de lo pasajero, y nos lleva a una comunión más íntima con Él.

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y aunque pase por tiempos de crisis, el Señor está vivo y actúa en ella. Él es quien guía a su Iglesia y quien, en su sabiduría, la lleva a través de tiempos de pruebas para fortalecerla en la verdad y en la santidad. Como decía Benedicto, debemos confiar en el poder de la fe sencilla, en el testimonio de la oración y en el amor caritativo que se convierte en una luz en medio del mundo.

Recemos para que, como en los primeros tiempos, el Espíritu Santo renueve nuestra fe y nos haga verdaderos discípulos. Así, aunque seamos pocos, seremos un reflejo fiel de Cristo en el mundo, y seremos testigos de su amor hasta los confines de la tierra.

Católicos disminuyen en Guatemala.

El conflicto armado interno en Guatemala afectó tanto a los miembros de la Iglesia, como a miles de personas que profesaban la religión católica y que fueron víctimas de uno de los períodos más sangrientos de la historia del país.

La década de los años 80’s la Iglesia Católica sufrió una persecución radical, particularmente en El Quiché. La Diócesis de ese departamento, fue el escenario de los capítulos más sangrientos y crueles del conflicto armado, en donde las víctimas pertenecían a varios grupos indígenas como el K’iche’ y el Ixil. Incontables catequistas, directivos de las comunidades de Acción Católica y ministros de la comunión fueron asesinados1, junto a la población civil, porque se les calificó como colaboradores de los grupos guerrilleros. 

La opción de muchas personas para salvar su vida en este contexto, fue hacerse evangélico.

En este contexto tan hostil, la Iglesia Católica adquirió un papel fundamental en el apoyo a la población.


La Santa Iglesia católica en el futuro.

Sólo Dios conoce con certeza el futuro de la Iglesia, pero podemos tener una esperanza firme en la promesa que nos hizo Cristo: 

“Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). 

La Iglesia enfrentará desafíos y purificaciones, como siempre ha sido a lo largo de su historia. Sin embargo, estos momentos de prueba han sido también ocasiones de renovación, en las que la Iglesia se purifica para acercarse más a su verdadera misión: llevar el amor de Cristo al mundo.

El Papa Benedicto XVI, y otros papas recientes, han señalado que es probable que la Iglesia se vuelva más pequeña y también puede tomar el rumbo de una nueva evangelización. Los papas han hablado de la necesidad de llevar el mensaje de Cristo de manera renovada, usando medios modernos, adaptando el lenguaje sin diluir la verdad, y saliendo al encuentro de aquellos que aún no conocen a Jesús o que se han alejado. Cada uno de nosotros es llamado a ser testigo de esta fe, a dar testimonio en nuestras familias, en nuestros trabajos y en la vida diaria, con amor y autenticidad.

Finalmente, la Iglesia en los próximos años se verá impulsada hacia la santidad. Los tiempos de confusión y dificultad llaman a los fieles a vivir una vida de mayor entrega y fidelidad a Dios. Serán tiempos para los verdaderos discípulos, para aquellos que están dispuestos a cargar su cruz y seguir a Cristo. En palabras de San Juan Pablo II: "No tengan miedo. ¡Abran, más aún, abran de par en par las puertas a Cristo!" La Iglesia será llamada a dar un testimonio de esperanza y caridad en un mundo que necesita con urgencia ver el rostro de Dios en la entrega generosa de sus hijos.

Así que, a pesar de los desafíos, confiemos en la gracia de Dios y en la presencia constante de su Espíritu. Él guiará a su Iglesia hacia su plena realización en Cristo, hasta que el Señor vuelva.

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