Día de la Medalla Milagrosa

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¡Con mucho gusto! Soy Santa Catalina Labouré, la humilde sierva a quien la Santísima Virgen María confió el diseño de la Medalla Milagrosa, cuya fiesta se celebra cada 27 de noviembre. Permíteme contarte lo que sucedió.

Era el año 1830, en la capilla de las Hijas de la Caridad en París, Francia. Yo era una joven novicia cuando la Virgen Santísima me visitó en tres apariciones. La más significativa ocurrió el 27 de noviembre, cuando vi a Nuestra Señora de pie sobre un globo, con sus pies aplastando la cabeza de una serpiente. Vestía un manto blanco resplandeciente y sostenía un globo dorado que ofrecía a Dios. De repente, el globo desapareció, y sus manos se abrieron, derramando rayos de luz deslumbrante desde anillos con piedras preciosas en sus dedos.

Mientras contemplaba esta visión, una voz dulce me dijo: 

"Estos rayos son las gracias que derramo sobre las personas que me las piden. Pero hay tantas gracias que nadie pide…"

Entonces, un óvalo brillante rodeó a la Virgen, y apareció una inscripción alrededor de la imagen que decía:

"Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti."

La visión me mostró también el reverso de la medalla: una gran "M" coronada con una cruz, y debajo de ella, los Corazones de Jesús y de María: el Sagrado Corazón, rodeado de espinas, y el Inmaculado Corazón, atravesado por una espada.

La Virgen me dijo que debía hacer acuñar esta medalla y distribuirla. Prometió que **quienes la llevaran con confianza recibirían grandes gracias**, especialmente en momentos de necesidad.

Con la guía de mi confesor, el Padre Jean-Marie Aladel, la medalla fue finalmente aprobada y distribuida en 1832. Muy pronto, los milagros y conversiones comenzaron a multiplicarse, y el pueblo empezó a llamarla **"la Medalla Milagrosa"**.

La devoción a la Medalla Milagrosa nos recuerda el amor maternal de María y su deseo de interceder por todos nosotros. Hoy, millones de personas en el mundo entero la llevan con fe y devoción.

Te invito a rezar con estas palabras inscritas en la medalla, y a confiar en el poder de la intercesión de la Virgen:

"Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti."

Si tienes una medalla, colócala en tu corazón como un signo de la protección maternal de Nuestra Señora.