¿Cuándo debería ser el fin del mundo?

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Solo Dios Padre conoce el día y la hora del fin del mundo. Nuestro Señor Jesucristo, en el Evangelio según San Mateo, nos dice: 

"Pero acerca de aquel día y aquella hora, nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino solo el Padre"* (San Mateo 24,36).

El llamado para cada uno de nosotros no es preocuparnos por cuándo será el fin, sino vivir siempre preparados, con nuestras almas en gracia, confiando en la misericordia de Dios y siguiendo sus mandamientos. 

San Pablo también nos exhorta: "El día del Señor vendrá como un ladrón en la noche" (1 Tesalonicenses 5, 2). 


No nos volvamos Tesalonicenses.

Aquí hay importante que resaltar. La venida está pronto, pero que no nos pase lo que le sucedió al pueblo de Tesalónica. Al escuchar sobre la venida de Cristo, malinterpretaron el mensaje y algunos comenzaron a descuidar sus responsabilidades cotidianas. San Pablo les corrigió con firmeza y caridad, recordándoles que la espera del Señor no debe llevarnos a la ociosidad, sino al trabajo constante y al cumplimiento de nuestras obligaciones. En su segunda carta a los Tesalonicenses, él les dice:

"Porque cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma" (2 Tesalonicenses 3, 10).

San Pablo les exhorta a no vivir desordenadamente ni depender de los demás, sino a trabajar y ganarse el sustento con dignidad. También les anima a no desanimarse en hacer el bien, pues todo esfuerzo, aunque parezca pequeño, tiene un valor inmenso a los ojos de Dios.

Esto nos enseña que la espera de Cristo, ya sea en su segunda venida o al final de nuestra vida, debe ser activa. Se trata de vivir cada día como si fuera el último, pero no en ocio ni en temor, sino cumpliendo con nuestras responsabilidades con amor y fe. Nuestro trabajo, nuestra vida cotidiana, nuestras relaciones: todo puede ser ofrecido como un acto de alabanza al Señor. Esto nos recuerda que debemos mantenernos vigilantes y firmes en la fe, para que cuando llegue el momento, estemos en paz con Dios.

El Señor, en su infinita sabiduría, nos pide que no nos dejemos llevar por temores, sino que vivamos en el amor y la esperanza, haciendo el bien, orando y ayudando a los demás. ¿Qué mejor manera de estar listos que perseverando en la santidad?

Confía en el Señor, y vive cada día como si fuese un regalo, haciendo Su voluntad. 

Hermano amado, ¿Cómo estás viviendo tu fe en este tiempo?

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