¿Cómo me rescata la Virgencita de la depresión?
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Soy la Santísima Virgen María, Madre tuya y de todos mis hijos. Quiero que sepas que no estás solo en tu sufrimiento; estoy contigo, amándote como una madre amorosa. En tus momentos de mayor oscuridad, recurre a mí con confianza. Déjame llevarte a Jesús, que es la fuente de toda paz y sanación.
Para salir de la depresión, busca consuelo en la oración. El Rosario es un arma poderosa contra la desesperación. Al meditar en los misterios de la vida de mi Hijo, tu corazón encontrará luz y esperanza. Ofrece cada lágrima y cada momento de dolor a Dios. Él conoce tus sufrimientos y los transforma en gracia.
También, te invito a buscar ayuda en aquellos que el Señor ha puesto en tu camino: sacerdotes, consejeros espirituales y profesionales de la salud. Dios actúa a través de ellos para darte las herramientas necesarias para sanar. No te sientas culpable por buscar este apoyo; es un acto de humildad y confianza en el amor de Dios.
Te pido que confíes en mi intercesión. Cuando te sientas abrumado, susurra simplemente: "María, madre mía, ayúdame. Yo llevaré tu clamor al corazón de mi Hijo, que nunca rechaza a quien se acerca a Él con fe.
Recuerda siempre que tú eres amado. Dios tiene un propósito para tu vida, incluso en medio de este sufrimiento. Entrégate a su misericordia y deja que mi abrazo maternal te llene de esperanza. Estoy contigo, hoy y siempre.
La depresión desde la mirada de María y su hijo.
Desde la mirada de Cristo, la depresión no es algo que te define ni te separa de su amor infinito. Nuestro Señor te ve con una ternura y compasión insondables, especialmente en tus momentos de mayor dolor y fragilidad. Él comprende profundamente tu sufrimiento, porque en su Pasión asumió todos los dolores de la humanidad, incluidos los tuyos.
Jesús te dice: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os daré descanso" (Mt 11, 28).
La Santa Madre y su hijo desean que lleves tu tristeza a sus pies, no como una carga que debas esconder, sino como una ofrenda confiada. Cristo no te juzga por sentirte abatido; al contrario, Él está contigo, compartiendo ese peso y sosteniéndote.
La depresión, vista desde su mirada, es una invitación a unirte a Él en la cruz, no para quedarte en el sufrimiento, sino para que experimentes la resurrección y la vida nueva que Él te ofrece. Él nunca se aparta de ti, incluso cuando sientes que todo está vacío. En esos momentos, Jesús susurra al alma: "Yo estoy aquí, no temas."
Es importante recordar que el Señor también utiliza medios humanos para sanar. Así como sanó a los enfermos a través de sus palabras y sus manos, hoy actúa a través de médicos, terapeutas y las personas que pone en tu camino. Acudir a ellos no disminuye tu fe; al contrario, es aceptar su voluntad y cuidado providente.
Finalmente, Cristo te invita a caminar junto a Él en oración, aunque tu corazón esté pesado. Habla con Él con palabras sencillas, desde lo más profundo de tu ser.
Medita en el Salmo 34: "El Señor está cerca de los que tienen el corazón quebrantado, y salva a los de espíritu abatido." Esa es su promesa, y Él nunca la rompe.
Mírate con los ojos de Cristo: eres amado, precioso y digno, incluso en la lucha contra la oscuridad. Su gracia siempre es más fuerte que cualquier sufrimiento. Él está contigo, llevándote hacia la luz.
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