Persecución religiosa en Guatemala. Una cruda realidad.
El conflicto armado interno en Guatemala también afectó tanto a los miembros de la Iglesia, como a miles de personas que profesaban la religión católica y que fueron víctimas de uno de los períodos más sangrientos de la historia del país.
La década de los años 80’s la Iglesia Católica sufrió una persecución radical, particularmente en El Quiché. La Diócesis de ese departamento, fue el escenario de los capítulos más sangrientos y crueles del conflicto armado, en donde las víctimas pertenecían a varios grupos indígenas como el K’iche’ y el Ixil. Incontables catequistas, directivos de las comunidades de Acción Católica y ministros de la comunión fueron asesinados1, junto a la población civil, porque se les calificó como colaboradores de los grupos guerrilleros.
La opción de muchas personas para salvar su vida en este contexto, fue hacerse evangélico.
En este contexto tan hostil, la Iglesia Católica adquirió un papel fundamental en el apoyo a la población, el desarrollo del movimiento indígena y finalmente la materialización de la tan esperada “paz”. Como afirma la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), en un corto espacio de tiempo, la Iglesia cambió su postura de los espacios más conservadores hacia la opción por la construcción de la justicia y la lucha por los desfavorecidos.
Este hecho hizo que la institución se relacionara con la guerrilla.
El espacio público y comunitario de las iglesias, se convirtieron en lugares de masacres, en donde se conducía a la comunidad a un lugar para un exterminio más rápido.
La concepción de la iglesia y su acercamiento a la teología de la liberación reforzaron las posturas gubernamentales sobre la vinculación de la institución con movimientos revolucionarios.
Hermano Santiago Miller. En la tarde del 13 de febrero de 1982 cuando trabajaba en un muro del Centro Indígena, recibió varios disparos que lanzaron tres hombres con los rostros cubiertos. Murió al instante.
El Hermano Santiago Miller, educador y defensor de las comunidades en Huehuetenango, especialmente a los estudiantes en contra del servicio militar obligatorio, fue asesinado con el rostro oculto en una escuela indígena el 13 de febrero de 1982. Así como él, el padre Stanley (Aplas), Francis Rother, Fray Tullio Maruzzo OFM y el catequista Luis Obdulio Arroyo Navarro, son beatos y mártires del conflicto.
El 27 de julio de 1981, en Santiago Atitlán, el sacerdote Stanley Rother es asesinado por el ejército guatemalteco cuando hombres armados irrumpieron en su parroquia, en horas de la noche. Su asesinato, no constituiría un hecho aislado. Junto a él, alrededor de otros 20 sacerdotes más serían asesinados, y otros 200 abandonarían el país para ponerse a salvo. La guerra se le había declarado no sólo a la guerrilla y a numerosas comunidades indígenas, sino también a la iglesia católica.