La virgen María ¿en realidad es la madre de Dios o solo Cristo en la tierra?

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La Virgen María es considerada en la fe católica como la Madre de Dios, ya que dio a luz a Jesucristo, quien es verdadero Dios y verdadero Hombre. Esta creencia está basada en la enseñanza de la Iglesia sobre la naturaleza divina de Jesús y su encarnación en el seno de María. En el Concilio de Éfeso en el año 431, se proclamó el título de "Theotokos" o "Madre de Dios" para María, afirmando su papel único y especial en la historia de la salvación.

María no es solo la madre de la humanidad de Jesús, sino también de su divinidad, ya que en la persona de Jesucristo se unen la naturaleza divina y humana de forma indivisible e inseparable. Por lo tanto, María es considerada la Madre de Dios en virtud de su maternidad divina.

En nuestra Santa Iglesia Católica, María es venerada y honrada por su papel como la madre de Jesús y por su cooperación plena en el plan de salvación de Dios. Su ejemplo de fe, humildad y entrega a la voluntad de Dios la convierten en un modelo para todos los cristianos en su relación con Jesucristo.

¿Bíblicamente es posible demostrar que la VIrgen Maria es la madre de Dios?

Sí, es posible demostrar bíblicamente que María es la Madre de Dios, basándonos en las Escrituras que nos revelan la naturaleza de Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre. 

1. La Encarnación: Jesús es Dios hecho hombre

   - En el Evangelio de Juan (1,1) leemos: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios". Aquí, "el Verbo" (el Logos) es Jesús. Más adelante, en Juan 1,14, se nos dice: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Esto significa que Dios mismo tomó carne humana en la persona de Jesucristo.

   - San Pablo afirma en Filipenses 2,6-7: "Cristo Jesús, siendo de condición divina, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres". Este pasaje refuerza que Jesús, siendo Dios, asumió nuestra humanidad.

2. María es la Madre de Jesús, quien es Dios

   - En el Evangelio de Lucas (1,31-35), el ángel Gabriel anuncia a María que dará a luz a un hijo: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo...". Cuando María pregunta cómo será esto, el ángel responde: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el niño que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios". 

   - Aquí queda claro que el hijo de María, Jesús, es el Hijo de Dios. Como sabemos por las Escrituras (como vimos en Juan 1,1), Jesús es Dios. Por lo tanto, si María es la madre de Jesús y Jesús es Dios, entonces María es la Madre de Dios.

3. La Visita a Isabel: "Madre de mi Señor"

   - Cuando María visita a su prima Isabel, esta última, llena del Espíritu Santo, exclama: "¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?" (**Lucas 1,43**). En el contexto judío, el título "Señor" (Kyrios en griego) se refiere a Dios. Isabel reconoce a María como la madre de Dios mismo.

4. La Naturaleza de la Maternidad

   - El hecho de que María sea la Madre de Dios no significa que ella sea la madre de la divinidad de Jesús (la naturaleza divina es eterna y no creada), sino que ella es la madre de Jesús, que es una persona única con dos naturalezas: divina y humana. Desde el momento de la Encarnación, la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, se hizo carne en el vientre de María. La Iglesia, en el Concilio de Éfeso (431), defendió este título ("Theotokos", que significa "Madre de Dios") para subrayar la unidad de la persona de Jesucristo. No es sólo madre de una naturaleza humana, sino de la persona que es Dios.

En resumen, la Sagrada Escritura nos muestra que Jesús es Dios y que María es la madre de Jesús. Por eso, podemos afirmar correctamente que María es la Madre de Dios, no en el sentido de que ella origine la divinidad, sino que dio a luz a la persona que es a la vez Dios y hombre. Este título nos recuerda la verdad de la Encarnación y la unidad de las dos naturalezas de Cristo en una sola persona.