Cuatro poderosos testimonios de Perdón.
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Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos. Por su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo doliente que se dio a sí mismo en expiación, cuando llevó el pecado de muchos, a quienes justificará y cuyas culpas soportará. Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados.
El perdón de Santa María Goretti luego que la intentaran violar sexualmente.
Su fe en Dios había forjado en ella un carácter alegre y
piadoso, que sería clave fundamental para poder perdonar a Alessandro
Serenelli, el joven campesino que le quitó la vida al resistirse cuando intentó
abusar de ella. Lo extraordinario de la historia de Santa María Goretti fue el milagro
de su perdón: “Lo perdono por el amor a Jesús, y quiero que esté a mi lado en
el Paraíso. Que Dios lo perdone, que yo ya lo he perdonado”, fueron sus últimas
palabras tal y como testimoniaron su confesor y el propio Alessandro, quien tras
pasar largos años en prisión, arrepentido y conmovido por la bondad piadosa de
María, se convirtió a una vida cristiana, retirada y serena.
El perdón del Beato Joan Roig a sus verdugos.
El Beato Joan Roig Diggle fue un joven laico que murió
mártir con 19 años, nació en Barcelona, España en 1917 y era de familia catalán inglesa. La noche del 11 de septiembre de 1936, Joan Roig
hacía poco que había llegado a casa entonces, los milicianos golpearon su
puerta.
El joven, se apresuró a coger las Sagradas Formas como
viático. Cuando se lo llevaban abrazó a su madre y se despidió de ella en
inglés para que no le entendieran: “God is with me”, «Dios está conmigo». Tras
varios desplazamientos, lo llevaron a un cementerio, donde aquella noche,
víspera del 12 de septiembre de 1936, festividad del Dulce Nombre de María, era
asesinado de cinco tiros dirigidos a su corazón y uno de gracia en la nuca. Le
permitieron dirigirles la palabra. Las últimas que salieron de sus labios
fueron: «Que Dios os perdone como yo os perdono». Uno de los verdugos aseguró
que: “Aquel chico rubio era valiente. Murió predicando, diciendo que nos perdonaba,
y que pedía a Dios que nos perdonara. Casi nos conmovió».
El perdón de San Juan Pablo II a su atacante.
El 13 de mayo de 1981 el Papa Juan Pablo II recorría la
Plaza de San Pedro en el papamóvil saludando a los peregrinos reunidos para la audiencia
general de ese miércoles. Mientras saludaba fue herido gravemente de bala por
los disparos del turco Mehmet Alí Agca, fue trasladado al Hospital Gemelli,
donde permaneció varios meses.
Cuatro días después, a la hora del Regina Caeli desde la
habitación del Hospital Gemelli donde estaba hospitalizado, Karol Wojtyla
asegura su perdón al agresor, “al hermano que me ha atacado”. El 27 de
diciembre de 1983, Juan Pablo II, cruzó el umbral de la cárcel de Rebibbia para
entrar en la celda de Alí Agca, y abrazar al joven que quería asesinarle y
darle su perdón. San Juan Pablo II dijo “Nos hemos reunido como hombres y como
hermanos – afirmó tras el encuentro – porque todos somos hermanos y todos los
acontecimientos de nuestra vida deben confirmar esa hermandad que proviene del
hecho de que Dios es nuestro Padre”.
El perdón es un hermoso don que Dios nos ha regalado, y se manifiesta sin dudas a través del Espíritu Santo. Muchas veces acudimos a la confesión, a través del sacramento de la reconciliación, y aunque Dios Padre nos perdona nosotros nos seguimos machacando nuestros errores… Es momento de perdonarse, para viajar más ligero en esta vida.
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