Conozco mejor a que a mi mismo

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Por naturaleza, todos podemos conocer perfectamente cómo funcionan los aparatos electrónicos, todas sus funciones. 

Cuando se actualizan, aprendemos de nuevo cómo manejarlos de la mejor manera; más aún cuando uno mismo los inventa. El propio inventor sabe cómo se formó en su cerebro la idea, las trabas que experimentó para lograr el producto final, las ventajas y desventajas del mismo invento.

Cuando vamos a trabajar, conocemos perfectamente el camino hacia la oficina, los horarios en que hay más tráfico, a qué hora es mejor salir y qué camino tomar; si nos atoramos un poco, buscamos en el celular hacia dónde dirigirnos. 

Somos expertos en muchas cosas, cada uno en su especialidad: deportistas, ingenieros, inversionistas, etc. Cada uno es profesional en su especialidad y conoce a la perfección los beneficios y prejuicios que pueden provocar ciertas malas decisiones. 

La gran mayoría de los seres humanos conocemos todo lo que se halla en el exterior de nosotros, pero pocos conocen nuestro interior: sentimientos, malas cualidades, todos nuestros defectos y virtudes, y lo profundo de los sentimientos de nuestro corazón. 

¿Cómo puede ser que conozcamos y seamos expertos en varios aspectos de nuestro exterior y no nuestro interior, nuestra persona? 

Si una persona se nos acerca y nos platica que le están robando en su negocio, le preguntamos si ya está viendo de dónde es la fuga, si ya está analizando los procedimientos, qué está pasando en su negocio para tener esa fuga; si esta persona no se enfoca en analizar y verificar las labores de todos sus empleados, el de limpieza, el encargado de bodega, la secretaria, el director, etc., si no se da el tiempo para encontrar esta fuga su negocio se irá a la ruina, y más aún  cuando nos dice que va a seguir igual. 

Lo vemos entonces como un ignorante e irresponsable. Pensamos: “¿Cómo puede dejar pasar esto?”. 

¡Cuánto más debemos hacer con nuestro interior, en cualidades, en corazón! ¿Cómo puede ser que no les demos la importancia debida, sin nunca conocernos? Si en lo material actuamos, ¡tanto más en lo espiritual! 

Pero nos decimos: “Estoy bien. Yo me conozco. Después cambio”, etc. Todos esos pretextos provocan que nunca  cambiemos dejando que la vida vuele, sin nunca ser mejores. 

Nos decimos: “Todavía hay tiempo y es fácil cambiar”. ¡Pero no es así! 

Recuerda la última vez que te propusiste cambiar algo de tu carácter o tu personalidad. Cuánto te costó, si lo lograste, o cómo la mayoría de las veces que no lo lograste: como hacer dietas o deporte. Son cosas tan simples que siempre queremos cambiar y nunca las cambiamos. Ahora, sin conocerte a profundidad, ¿Cómo quieres cambiar? 

Es importante darnos un tiempo todos los días para meditar y conocernos, descubrir qué nos hace ser mejores, cuáles son los puntos que no nos dejan ser verdaderos, todas las cualidades, buenas o malas; en todo podremos llegar a conocernos si nos damos un tiempo cada día para reflexionar. Pero nos preguntamos: “Si ni siquiera tengo tiempo para desayunar, ¿Cómo voy a darme tiempo para esto?”. La respuesta la tienes tú mismo: si te interesa aprovechar esta vida, conocerte de verdad, y ser mejor,  utilizarás positivamente mucho del tiempo que pierdes en tonterías, como ver videos, o tiempo perdido de trabajo, o lo que sea, y te darás tu tiempo. Los pretextos para no ser mejor nunca acaban; sólo hay que querer y actuar lograrlo.