Cómo ser santos, conociendo la vida de los santos
Los santos son amigos, protectores que desde el cielo nos guían, nos enseñan a vivir y nos señalan siempre el camino a Jesús.
Cuando leemos su vida, descubrimos que son hombres y mujeres como nosotros cuya entrega al Señor fue ejemplar.
Frase de San Juan Pablo II.
El rasgo distintivo de todos ellos es su profundo amor a Dios y a la Iglesia, así como su bondad y entrega para con el prójimo, son ejemplos concretos de personas que pudieron vivir haciendo la voluntad de Dios. Ellos nos preceden en el camino de la fe y están ya en el cielo junto a Él.
Sus vidas son modelos a imitar en la vivencia de las virtudes, son muchos los testigos fieles del Evangelio que nos enseñan a interpretarlo en nuestro día a día.
Son personas que han entregado su vida, seguidores de las bienaventuranzas, han sabido hacerse pobres en el espíritu, misericordiosos, vencieron el egoísmo, perdonaron siempre… por ello se convierten en referencia para nosotros.
Leer sus vidas, familiarizarnos con ellos nos ayudan en nuestro caminar, descubrimos que a través de su lectura despiertan en nosotros el deseo de conocer y seguir a Cristo.
Ejemplo de ello fue San Ignacio de Loyola, él nos dice en sus escritos que leyendo estas lecturas dejaban una paz y una alegría profunda y duradera.
Por otro lado, contrarresta la tentación de la desesperanza, de pensar que no es posible vivir como Dios quiere.
En ellos, vemos ejemplos concretos, por ello venerar la memoria de los santos, leer sus vidas y pedir su intercesión, nos recuerda cuál es nuestra vocación principal: la vocación a ser santos.
La vocación de todo cristiano es ser santo. Todos estamos llamados a la santidad: “vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5,48). Dios quiere nuestra santidad, nos ha creado “a su imagen y semejanza” (Gn.1,26).
A través del bautismo, nos hace partícipes de su naturaleza divina, adoptándonos como hijos suyos y por ello quiere que seamos santos como Él es santo.
Frase de San Francisco de Sales.
Con la ayuda de Dios, debemos mantener, manifestar y perfeccionar con nuestra vida la santidad que hemos recibido en el Bautismo.
El compromiso de cada uno, es llegar a ser lo que eres, imitando a Jesucristo, siendo posible a través de la presencia en nosotros del Espíritu Santo.
Él nos mueve interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas (Mc 12,30) y a amarnos los unos con los otros como Cristo nos ha amado (Jn 13,34).
Podríamos decir que la santidad es la capacidad de recibir y aceptar el amor de Dios y compartirlo, el instrumento para alcanzarlo es aceptar con alegría la voluntad de Dios y el secreto para lograrlo es dejar que “la gracia de Dios actúe en nuestra vida” decía Santa Teresita del Niño Jesús.
El Papa Francisco llamó a la santidad, en su exhortación apostólica “Gaudete et exsultate”, a través de la cual buscó impulsar y encarnar el concepto de “santidad” en un contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades.