Exorcismos y la Iglesia. Testimonio del Padre Manuel Abac.
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La Iglesia Católica considera el exorcismo como un acto sagrado mediante el cual, en el nombre de Jesucristo, se expulsa a los demonios o se rompe la influencia demoníaca en una persona, objeto o lugar. Este ministerio se fundamenta en las enseñanzas de Cristo, quien en los Evangelios expulsó a demonios y dio a sus apóstoles el poder de hacerlo en su nombre (cf. Mc 16,17).
Lo que enseña la Iglesia sobre el exorcismo:
1. Exorcismo menor y exorcismo mayor:
- El exorcismo menor se incluye en los ritos bautismales, pidiendo protección contra la influencia del mal.
- El exorcismo mayor es el rito solemne que realiza un sacerdote con licencia del obispo para liberar a una persona o lugar de una posesión o influencia demoníaca grave.
2. Discernimiento cuidadoso:
La Iglesia exige prudencia y un discernimiento exhaustivo antes de autorizar un exorcismo mayor. Es crucial descartar causas naturales, psicológicas o médicas para las aparentes manifestaciones de mal. Por eso, la Iglesia colabora con médicos y psicólogos cuando es necesario.
3. El poder de Cristo:
La Iglesia enseña que solo el poder de Cristo, y no el sacerdote en sí mismo, expulsa al demonio. El exorcista actúa en nombre de la autoridad de la Iglesia, confiando plenamente en el poder de Dios.
4. No buscar sensacionalismo:
El exorcismo no es un espectáculo ni un asunto para satisfacer curiosidades. La Iglesia lo aborda con gran respeto, discreción y sobriedad, consciente de que la lucha contra el mal es real, pero que la victoria de Cristo ya ha sido ganada en la cruz.
5. El papel de los sacramentos y la oración:
La Iglesia recuerda que los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, son las armas más poderosas contra el mal. Vivir en estado de gracia, orar con fe y confiar en la intercesión de la Virgen María son formas esenciales de combatir cualquier influencia demoníaca.
6. Exorcismos y la fe del pueblo de Dios:
La Iglesia no desea que los fieles vean demonios en cada dificultad ni atribuyan todas las pruebas humanas al mal espiritual. Sin embargo, enseña que Satanás y los espíritus malignos son reales, y que buscan apartar a las almas de Dios. Por eso, exhorta a los creyentes a estar vigilantes, pero siempre confiando en la victoria definitiva de Cristo.
Como San Pablo dijo: "Revestíos de la armadura de Dios para poder resistir las asechanzas del diablo" (Ef 6,11).
La Iglesia, en su sabiduría, nos da el exorcismo como una herramienta extraordinaria para situaciones extremas, pero también nos guía a vivir en el poder ordinario de la gracia y la protección de Dios.
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